Palabras ordenadas con algún fin más o menos indefinido (o lo que vienen a ser mis sirocos de juventud)

martes, octubre 12, 2004

El tunel I

Me encuentro solo, muy solo, en este tunel lleno de gente con miradas sombrias, que caminan entre murmullos inaudibles, arrastrando los pies, siempre en fila y con la cabeza agachada.
En el tunel han puesto una bombilla pendiente de un cable a los metros justos para que una persona sin problemas de vision vea la espalda de la persona que lo precede. Bajo esta luz todo el mundo es de color gris, y los relojes no marcan la hora. Además desde aquí abajo no puedo ver el sol y no se nunca si es de dia o de noche, nadie lo sabe.
Pero no todo el mundo camina. Hay muchos que descansan, apoyados contra las paredes de la tubería que atravieso. Estos no lloran, ni murmuran, ni siquiera tratan de hablar, la pobre luz no les alcanza a ellos, pero tampoco les importa, ellos no quieren caminar más, se contentan con su rincón en la sombra, en el que nadie les puede molestar ni recriminar nada. Nunca les irá peor, pero tampoco mejor.
La pared de la derecha del tunel es de cristal y a través de ella se ve una sala de maternidad, llena de bebes con cara de ancianos, no llora ninguno, pero observan la marcha con rostros severos, en las paredes negras de la sala cuelga un cartel que dice -"¡caminad!" y una solitaria bombilla, como las del túnel, ilumina insuficientemente la estancia.
A la izquierda, en cambio, hay un espejo en el que todos los forzados peregrinos nos vemos reflejados. Sin embargo, y aunque la fila de gente se extiende hata donde me alcanza la vista, si miro paralelamente al espejo no encuentro el reflejo de los primeros, como si no hubiera nadie alli, y a medida que acerco la vista voy viendo gradualmente formas humanas cada vez más nitidas, hasta llegar a mi, perfectamente reflejado...