Palabras ordenadas con algún fin más o menos indefinido (o lo que vienen a ser mis sirocos de juventud)

domingo, marzo 06, 2005

Soñé con Egipto

Sueño con despertar entre colosos dormidos en sus altos tronos, sobre un suelo de fina arena blanca. Allí cruzaré un entramado bosque de altas y poderosas columnas de granito, las paredes lejanas me hablarán de dioses que un día fueron reyes de los hombres, de oscuras maldiciones y de magníficos tesoros ocultos en tumbas aun por descubrir. Bajaré agachado hasta quedar exhausto, y una vez abajo, contemplaré el descanso de quien mandó construir esa escalinata hacia el cielo, escalinata que un día habrá de bajar, según el mismo le dijo a su pueblo, que siempre lo esperó.
Al salir, el sol volverá a cegarme, y bajo sus rayos me adentraré en la inmensidad de un mar de dunas. Cansado, sediento y con paso torcido y zigzagueante, caeré de nuevo sobre mi lecho de arena y cuando los rayos de Ra me vuelvan a cegar aparecerá ante mí resplandeciente, un beduino vestido con chilaba y turbante, subido a la jiba de su dromedario y me dirá "Acompáñame, effendi". En un oasis refrescante me tumbaré en la orilla de un pequeño lago de cristalinas aguas y beberé de ellas tanto como pueda. Volveré a dormirme. Y cuando despierte pasaré por entre las palmeras cargadas de dulces y jugosos dátiles, y tras ellas se abrirá una calle estrecha formada por casas pegadas todas de color blanco, de adobe y madera y con pocas y estrechas ventanas. A cada lado multitud de pequeños pasillos que subiran y bajaran y darán vueltas a más casas iguales, pero únicas entre si. Será de noche y tras las sombrás me acecharán al menos 40 ladrones armados con retorcidas dagas envenenadas.
Avanzaré despacio, asomándome con cuidado antes de cruzar cada esquina, pero un pequeño mono me delatará a los nazis de la ocupación, y huiré, ya de día adentrándome en un gran bazar repleto de gente. La poderosa melodía del almohacín pondrá música de fondo a mi huída a empujones mientras que tragasables y escupefuegos se interponen en mi camino. En una pequeña plaza innumerables cestas de mimbre cargadas sobre las delgadas y morenas espaldas me harán menos visible, mas una mano tirará de mi brazo y me meterá en una de las casa blancas. Y allí unos ojos morenos tras un velo morado me sonreiran mientras me conduce a un lugar seguro. Allí, en una habitación con las ventanas entreabiertas y el techo repleto de sedas preciosas colgantes y un camastro amplio y fresco, me tumbaré mientras ella comenzará la danza del vientre.
Pero entonces entrarán los guardias del palacio con esos gigantescos sables, y me lanzaré por la ventana equipado con mi sombrero y mi látigo; con el me agarraré a un mástil pero aun así me precipitaré al vacio rompiendo toldos por doquier que amortiguarán mi caida, sobre un puesto de frutas y especias. Y correré y correré mientras que me persiguen nazis y guardias de palacio y vendedores y maridos enfadados, a lomos de camellos y dromedarios, y Ramses corriendo rapidísimo en su carroza lanzándome flechas de dos en dos; entonces aparecerán mis amigos, rescatándome sobre una alfombra mágica, una nube me hara caer de la alfombra y volver a mi asiento, en el autocar a Madrid, junto a mi amigo Paco y con el resto de amigos que empiezan igual de ilusionados que yo esta aventura de viajar a Egipto. Cada uno se la imaginará de una forma, yo siempre la imaginé más o menos así.

1 Comments:

Blogger Edda said...

Jope! Que bonito. Por cierto... yo quiero fotos!
Un besazos.

11:06 p. m.

 

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